En sus tiempos de gloria aquel pueblo vivió del carbón, del ámbar y de su estación balnearia que acogía la pequeña burguesía alemana. La iglesia protestante (que después de la ocupación fue suntuosamente adornada), la escuela primaria de ladrillo, y los vestuarios del balneario, sobrevivían aún en unos daguerrotipos en el museo del pueblo. Ya en esos daguerrotipos el balneario se veía bastante deteriorado: la vegetación carcomía las paredes de madera, pintadas de un blanco ásperamente desconchado por el salitre y las puertas de los vestuarios colgaban torcidas por los goznes oxidados.
Paseando por el pueblo solo apercibí unas cuantas casas grises de la posguerra, la alcaldía abandonada y la torre medieval, orgullo de los Caballeros Teutónicos, que en su cúspide ornaba un corona de antenas de todo tipo. Hacia el interior, vi o en todo caso creí ver la torre de extracción de una mina que se erguía entre los abedules. Caminé hasta la playa. Adiviné entre las dunas algunas planchas de madera que antaño hubieron de pertenecer a los vestuarios que había visto en los daguerrotipos. A lo lejos profanaba un gran barco el horizonte. El agua del mar estaba sucia. Anduve por la playa con la esperanza de encontrar algún granito de ámbar.
Imagen: An Ancentry |
La señora Europa había envejecido, se había jubilado y los roles se habían intercambiado: el sector primario había retomado el sitio del idílico sector financiero [que otros llaman Casino]. Ahora en esos pueblos boreales la gente tenía que vivir del Muco.
T.B.R
Narras muy bien, hasta me imaginé a detalle el pueblo.
ResponderEliminarMuy agradecido que le haya gustado!
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