Pasé a su lado, me paré, lo miré, le busqué un defecto, hasta lo toqué y me fui, no muy lejos, estaba yo también esperando a alguien.Permanecí mirándolo con mis bolsas de compra del supermercado en aquel subsuelo del centro comercial.
Permitiéndome el inciso de esta reflexión, he de admitir que pese a todos los medios a los que recurren estos centros de la felicidad, ya sean adornos de colores, juegos para niños o cualquier otra cosa edulcorada, seguirán siendo asépticos, impersonales y decadentes. Seguramente, si saco fotos desde ciertos ángulos de Chópingues diferentes, la foto sería muy parecida y la atmósfera igual. No responderé a la obvia pregunta: "Entonces, si tanto critica los centros comerciales ¿qué hacía usted allí?".
Hacía calor. La gente se acercaba a él como si fuese una fuente de frescor, yo también lo hice pensando lo mismo, sin saber que él pasaba el mismo bochorno (lo había notado al tocarlo y hasta diría que de su nuca emanaba un cierto aire cálido). Pasó un hombre que hizo lo mismo que yo pero se fue sin tocarlo. Vino un niño y también lo rozó. Con gesto automático, el Cabizbajo lo siguió con su ojo único, con un gesto desolado, rotando de izquierda a derecha su cabeza redonda y pesada.
Por fin llegó mi Espera y me fui. Creo que nadie compró aquel ventilador.
T.B.R
Genio
ResponderEliminarLe agradezco su optimismo, no obstante estoy lejos de genio!
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