jueves, 7 de febrero de 2013

Sonrisas

Tuve o tengo un hermano que jamás había viajado de verdad. Siempre hacía viajes organizados por agencias de turismo. Yo como firme opositor a estos tipos de viajes lo incité a que hiciera un viaje en el que tuviese una interacción con el lugar en el que estuviese.

Así fue como empezó el primer viaje de Rigoberto Garrido. Al principio pensó que podría organizar su verdadero viaje en una agencia de turismo, pero pronto se dio cuenta de que eso era imposible, así que emprendió la búsqueda de su destino. Para ello fue a los archivos de la biblioteca nacional de País Gris y en el subsuelo aséptico logró encontrar los Atlas que necesitaba. Volvió varias veces y al cabo de una semana había conseguido reagrupar páginas enteras de información sobre su destino lejano.

Cuando al fin llegaron las vacaciones, salió de viaje con su deux-chevaux. En su inicio, el viaje fue fácil, condujo por la autopista y luego, poco a poco se fue internando en las nacionales, en las regionales, hasta que llegó a las comarcales, que eran finas huellas separadas por motas de césped. Según supe, ese fue el trayecto más penoso, porque el ripio enlentecía el avance del pequeño coche. Los quilómetros recorridos por día se habían reducido logaritmicamente. El viaje se fue complicando: el auto levantaba una humareda de polvo que lo envolvía constantemente al pararse, la comida empezaba a escasear y los pinchazos de ruedas fueron   produciéndose hasta que Rigoberto se quedó sin ruedas de recambio.

Tuvo que abandonar el deux-chevaux definitivamente en el pueblo fronterizo de País Gris cuando pinchó por tercera vez y continuó su viaje caminando. Al cabo de un día, llegó al puesto avanzado de aduana del país Felicidad. Cuando los aduaneros controlaron sus papeles, mi hermano mostró con fineza su encono diciendo que en cientos de quilómetros de carretera (prefirió no decir huellas) no había encontrado ni una sola gasolinera. Los aduaneros asintieron desinterados, con una sonrisa y le contaron unas cuantas bromas mientras le validaron su visa de entrada en el país, pero Rigoberto no se rió mucho. Siempre fue un poco seco. Ya en aquel puesto fronterizo notó un ambiente extraño además de haber oído en uno de los cuartuchos, un policía que murmuraba a otro: ''Mira, yo te aprecio: trabajas bien, eres honrado y nunca he tenido problemas contigo... pero la ley es la ley y si no la respetas te voy a tener que quitar la placa... por no meterte directamente en la cárcel...''

Cuando ya marchaba hacia la capital de Felicidad, se paró al lado suyo una patrulla de policía y lo detuvo. Uno de los policías le pasó las esposas por las muñecas con una gran sonrisa y para gran asombro de Rigoberto, también le contó una serie de chistes. Lo llevaron hasta la comisaría y aunque allí fue acogido con mucha diligencia, lo metieron en una celda. A medida que avanzaban los días el trato que recibía iba siendo cada vez más humano y su humor iba empeorando; tenía la impresión de estar rodeado de seres alienados. Al cabo del tercer día los guardias viendo que la situación solo empeoraba se lo llevaron a un cuarto especial donde lo desnudaron y lo metieron en una gran bañera de agua caliente. Pese a que Rigoberto estuviese encantado con aquel baño tan agradable, lo rechazó e intentó huir pero los guardias con una sonrisa, lo metieron a la fuerza y una vez dentro el detenido ya no protestó: estaba feliz. 

No tuve más noticias de la existencia de Rigoberto Garrido.


Cámara Leica lux-c 3   El Chaltén 2010
T.B.R

miércoles, 6 de febrero de 2013

Reforma permanente del Dignísimo Diario

Estimados Lectores:

He estado inactivo durante bastante tiempo, no obstante he tenido tiempo para reflexionar. Si bien que he decidido que mis textos y fotos saldrían publicados en el Dignísimo Diario con un periodicidad mínima de dos semanas. 

Cordialmente, Dorrego Garrido.





T.B.R






jueves, 22 de noviembre de 2012

La Ciudadela de Alepo


Estuve por Siria hace ya un cierto tiempo, cuando todavía la dictadura no se tambaleaba. Por supuesto pasé por Alepo. Y nada más llegar me sorprendió el tamaño de la fortificación que se eleva encima de  colina, y no solo eso, sino la enorme red de pasadizos, túneles y catacumbas que estaban bajo tierra.
Cuando entré en la citadela  me encontré en un ambiente distinto, en una época diferente: las callejuelas eran sinuosas, al norte había sinagoga antigua y en el medio un anfiteatro. Curiosamente me costó comprobar que no había ningún elemento moderno allá dentro que me situara en el presente. 


Cámara: Leica lux c-3 

Siria, primavera 2010

T.B.R


Señora Topacio

Ayer pasé por delante de mi antiguo instituto en Ciudad Gris, un edificio racionalista, de ladrillo amarillo, y vi la ventana de la clase del primer piso, en donde antaño me daba clase aquella profesora de física, María Topacio, (como la piedra preciosa) una mujer bajita, bizca y cándida que se había resignado, pese a su increíble potencial, a dar clase a jóvenes que nada querían saber de la física.
Me acuerdo que un día contó toda su historia, contó por qué se comportaba de forma tan ingenua con los alumnos y por qué se había resignado a aquella vida estéril desde hacía treinta años. Al parecer, justo después de acabar sus estudios prestigiosos inició una carrera de investigación en un laboratorio que tuvo que abandonar en pocos años, ya que sus investigaciones no habían dado ningún fruto. Desde que había empezado aquella labor de investigación nada había en sus cálculos, ni la milmillonésima de una constante, ni la interferencia de alguna onda casi inexistente en sus aparatos de medida, ni siquiera las fuerzas gravitatorias más prescindibles de alguna partícula subatómica que no tomaba en cuenta durante un experimento. Con tan enormes cálculos usaba un cuadernillo para hacer una suma, que luego se veía obligada a tirar a la papelera visto que no tenía suficiente espacio en su casa para guardarlos. Durante aquellos años de investigación, María Topacio buscaba la integración perfecta de los datos reales en sus cálculos interminables. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que aquello era imposible si no despreciaba lo mínimo (las pequeñas inexactitudes que mostraba la práctica y que no aparecían en sus cálculos teóricos), dejó su trabajo en el laboratorio y se fue a trabajar de profesora en el instituto de ladrillo amarillo. Se refugió en un mundo ajeno en el que los datos solo llevaban centésimas, un mundo que parecía invisible para una persona opuesta a cualquier simplificación, en un mundo del que no salió hasta su jubilación.
La volví a ver una vez mientras arrastraba su carrito de la compra, le dije que había sido alumno suyo y ella me respondió con los ojos idos y su sonrisa cándida que había tenido muchos alumnos.
T.B.R

lunes, 17 de septiembre de 2012

Comunicado Dorreguista

Calle de Istambul             (cámara: Leica lux-c 3, 2011)

Dorrego Garrido se encuentra atrapado en el hotel Anex, rodeado de cientos de papeles, intentando reunirlos para escribir al fin una historia. Por esta razón lleva sin escribir en el blog varias semanas. Me ha pedido que comunique a los Dignísimos Lectores que volverá pronto. 

Atentamente, un amigo íntimo de Dorrego Garrido, Wegstijn. (Begstain en español)


T.B.R

Dorrego Garrido en Twitter

Facebook y Twitter

Además de ''sharear'' y de ''twitear'' este blog, puede seguir Dorrego Garrido por Facebook y Twitter. Se le encuentra bajo el nombre de Dorrego Garrido, único en el mundo.